Ganando el sentido del abismo, te llamo para dedicarte mis últimas palabras, y de esta manera seguir adelante y dejar de fantasear con tu mirada.
Entre tus dedos me perdí. Por tus labios, aunque insignificantes como agujas, me cubrieron, terminando con mis sueños, terminando con la capa de vergüenza que perduraba.
Gracias por enseñarme a ser humano, gracias por manipular mi cuerpo como marioneta y arrojarme a las llamas del instinto. Gracias, amigo mío, por dejarme al final ileso.
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